29 de enero de 2014

Noches y noches

Hay noches cansadas, noches de almohadas, de libros, de ventilador y de pesadillas. Hay noches de los sueños más hermosos, esos de los que una no se quiere despertar. Hay noches cortas, noches infinitas, otras de llantos y otras de besos. También hay noches agitadas, de versos, de vueltas, de preguntas, de culpas. Hay noches de sí, noches de no, de amor y de ahogo. Hay noches de luna llena, noches como días, noches que sorprenden, y noches irrepetibles. También hay noches felices llenas de sonrisas y plenitud y noches que desgarran el pecho con la pena más grande.

Y también hay noches como ésta. Noches que no me sueltan, que no me dejan aflojar el cuerpo y me exigen más. Noches que me despiertan constantemente, que me llenan de planes y de ideas. Noches en que podría salir a correr, limpiar toda la casa, o leer un libro entero. Son noches de días llenos de estímulos y colores, de una cabeza imparable. Son noches de insomnio, sin tantas emociones, ni alegrías, ni tristezas, pero insomne igual. Noches de luces y sonidos. De poca concentración y mucha energía. Noches de insomnio que me atrapan desde hace años, y no quieren soltarme.

26 de enero de 2014

Yo no sabía

Yo no sabía del calor de su piel,
ni de su abrazo en invierno,
ni de todo lo que se incendia.

Jamás imaginé ese hombro desnudo,
ese brillo al sol, ese cielo,
ese mar.

Yo no sabía del temblor en las manos,
ni de la luz en plena noche,
ni de la paz en el centro y adentro.

No conocía esa luna, ni esa fuerza,
ese puño, ese ombligo,
ese pulso.

Yo no sabía del tobogán en sus manos,
ni del impulso ciego y enamorado,
ni de la noche pidiendo revancha.

Jamás pensé en el hueco, ni en el eco,
esa boca, esa nube,
esa costa.

Yo no sabía del color de su pecho,
ni del viento que la eleva,
ni del roce que la quiebra.

Yo no sabía de ese amor,
ese beso, ese vuelo,
esa ternura.

Yo nada sabía.

13 de enero de 2014

Domingos en Barrio Sur

Me gustan los domingos porque la tarde siempre es nuestra. Después de empanzarnos de familia y aturdirnos de comida, volvemos al barrio, y volvemos a vernos. Nos reconocemos siempre en la misma esquina, nos sonreímos y mantenemos la mirada hasta estar cerca y saludarnos con un beso.

Nuestro recorrido empieza siempre hacia el mismo lado y a un ritmo pausado, pero con voces y corazones acelerados. Nos ponemos al tanto, nos miramos de reojo y sonreímos mostrando los dientes. Nos adueñamos del tan querido Barrio Sur. Esquivamos los pozos y las baldosas sueltas que ya conocemos de memoria, nos acercamos a la ventana de la gatita blanca y buscamos el hocico del perro bajo el portón.

Después, según el día, empezamos a variar el camino. A veces hay feria con banderines de colores, rulos al viento y gente bailando. Caminamos entre ellos, nos gustan sus movimientos, nos gusta su música. Miramos los puestitos de artesanías sin detenernos mucho y nos reímos de algún perro salchicha.

Otras veces vamos a la plaza sin feria, con niños que andan en bicicleta y niños que saltan y juegan en los chorros de agua a contraluz. Buscamos al achilatero, compramos una, y con las lenguas coloradas nos reímos a carcajadas sentadas en la escalinata.

A veces caminamos por todas las veredas sin detenernos en ninguna. Vamos acordándonos en cuál esquina nos dimos un beso, en cual nos despedimos, y en cuál casi morimos de los nervios. Otras veces nos detenemos en la heladería, y con sabor a dulce de leche nos decimos cuánto nos queremos.

Me gustan los domingos porque la tarde y el barrio son siempre nuestros. Porque hay niños, hay bicicletas y hay helado. Porque el tren no pasa y yo puedo pararme en el medio de las vías y mirar hacia los dos lados todo el tiempo que quiera. Me gustan los domingos porque compartimos los últimos rayos del sol que tiñen a la ciudad de color naranja. Me gusta cuando ha llovido porque los charcos reflejan los árboles, y los adoquines que todavía quedan, hacen brillar las calles. También me gusta mostrarle el cielo: el naranja, el azul, la luna que ya apareció y la nube con forma de barco.

Me gustan los domingos porque caminamos de la mano, porque sonreímos, y nos reencontramos. Me gusta pasar las tardes de domingo en nuestro Barrio Sur. Y me gusta compartirlo todo con ella.