La última vez, yo ya lo supe. En ese último abrazo que tenía
que durar y acompañar, yo me di cuenta de todo esto que ya nos unía. Supe del
amor, de todo lo grande, y de la fuerza de un abrazo. En esa última mirada,
antes de darme la vuelta, encontré todo el brillo de sus ojos y sus años
condensados. Me guardé su voz, me guardé
su olor, y me robé una sonrisa. Una de esas que contagian, que endulzan el café
y suenan fuerte en los oídos. En ese momento supe que su mano ya era mía y el
centro de mi pecho tenía su nombre. Supe que todo era incontrolable, como las
mareas y las lunas. Y era tanto que ya no entraba en este par de manos. Ni en
ese.
Y así me fui, con sus ojos en mi retina, con su voz en mi
sien y su olor pegado al cuello. Me fui envuelta en brillos y promesas de
extrañarnos. Me fui con el pecho claro y los latidos apurados. No me acuerdo
bien a dónde me fui, pero sé que en esa despedida, nuestras manos ya estaban
completamente entrelazadas y su pecho tenía mi forma.
Nada más que lindo que una certeza así :)
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