25 de noviembre de 2013

Certeza

La última vez, yo ya lo supe. En ese último abrazo que tenía que durar y acompañar, yo me di cuenta de todo esto que ya nos unía. Supe del amor, de todo lo grande, y de la fuerza de un abrazo. En esa última mirada, antes de darme la vuelta, encontré todo el brillo de sus ojos y sus años condensados. Me guardé  su voz, me guardé su olor, y me robé una sonrisa. Una de esas que contagian, que endulzan el café y suenan fuerte en los oídos. En ese momento supe que su mano ya era mía y el centro de mi pecho tenía su nombre. Supe que todo era incontrolable, como las mareas y las lunas. Y era tanto que ya no entraba en este par de manos. Ni en ese.

Y así me fui, con sus ojos en mi retina, con su voz en mi sien y su olor pegado al cuello. Me fui envuelta en brillos y promesas de extrañarnos. Me fui con el pecho claro y los latidos apurados. No me acuerdo bien a dónde me fui, pero sé que en esa despedida, nuestras manos ya estaban completamente entrelazadas y su pecho tenía mi forma.

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