16 de febrero de 2014

Tengo un amor

Tengo algunos dolores ya casi perdidos en calendarios viejos, escondidos en el fondo de un cajón y aplastados bajo el colchón. Tengo recuerdos, luciérnagas y caracoles bien guardados en frasquitos etiquetados. Tengo historias, risas y algunas lágrimas latiendo entre las páginas de mis libros. Tengo amigos, tengo un gato y tengo una bicicleta. Tengo sorpresas esperando, tengo muchos besos por dar y algunas lágrimas por llorar. Tengo hojas llenas de garabatos y unas manos que quieren acariciar.

Y tengo un amor enredado en mi pelo, atado, enlazado, que me baja envolviéndome todo el cuerpo. Tengo un amor que nunca me deja sola, que camina a mi lado y me presta su bolsillo cuando mi mano tiene frío. Es un amor que me rodea el cuello, me da varias vueltas, me enreda en abrazos y me desenreda los nudos del alma. Viene conmigo, tiene reservado un asiento en mi bici y otro en mi mochila, para que elija desde dónde le gusta más el paisaje. Tiene luz propia, aire y unos pulmones muy valientes.

Tengo un amor plantado en mi pupila y cómodamente sentado en la comisura de mis labios. Lo riego, le hablo, lo miro. Lo miro aunque ya me lo sepa de memoria. Lo miro de punta a punta y le digo cuánta falta me hace. Y lloro con el pecho desnudo, con el corazón en la mano, y le digo gracias por el amor.

10 de febrero de 2014

Un olor de lunes por la mañana

Mi día empezaba aburrido. Mi semana empezaba con una mañana de lunes monótono, como tantos otros. Empezaba sobre un colectivo lleno de gente, cuando las temperaturas empiezan a subir y empezamos a abrir las ventanas de a una, de a poquito. Caras desconocidas, inexpresivas, como buen lunes por la mañana. El asiento al lado del mío se desocupó y se ubicó esa señorita que te traería de vuelta. Apenas se ubicó te sentí, era tu olor, eras vos en otro cuerpo, a mi lado otra vez. Cerré mis ojos, y te imaginé abriendo los tuyos, despertando después de pocas horas de sueño, pero con el sol ya alto. Tal vez eras vos a mi lado y yo, distraída no te reconocí. Abrí los ojos con una mezcla de miedo y esperanza. No eras vos, era una chica con cartera marrón y camisa blanca. Exhalé el aire que me quedaba y me concentré en el lapacho de flores amarillas. Primavera otra vez, por fin. Ya volvían los calores, la gente vestida liviana, el helado de limón. Y de repente otra ráfaga de tu olor fue lo que volvió. El verano tucumano de 40 grados afuera, pero nuestros cuerpos tan cerca. Era el olor a la plaza florecida, al tiempo escapándose por un hueco, a un volantín agitándose emocionado. Olor a tierra mojada, a lluvia de verano, a luciérnagas en el pecho.