15 de diciembre de 2013

Ay, mi Tucumán querido

Afuera está la ciudad. Mi ciudad. Pero hoy no la reconozco. Es tierra de nadie, o mejor dicho, del que tenga el arma más grande, del que genere más miedo, del que corra más rápido, o del que haga más disparos certeros.

Ésta no es mi ciudad. Éste es un pueblo fantasma, todo pintado de gris. Hoy nadie camina por las calles. Hoy el silencio atraviesa todas las veredas y sólo lo quiebra el sonido del terror: sirenas, gritos, bocinas, tiros.

Hoy mi ciudad está derramando sangre en muchas esquinas y llorando de dolor en un montón de hogares. Hay niños que no entienden, que no deberían estar viendo, ni con palos en sus manos, ni corriendo por sus vidas. Hay gente perdiéndolo todo, en sólo minutos. Hay mujeres llorando cada segundo que pasa y preguntándose por el marido que todavía no llega a casa.

Hoy mi ciudad escupe fuego, sangre y gritos. Hoy nos rodea la bronca, la injusticia, la indignación, el dolor. Hoy algunos corremos para que no nos alcancen, nos escondemos tras una pared para evitar el balazo, cerramos todo y nos asomamos al balcón con miedo. Hoy otros defienden lo propio con uñas y dientes. Hay tanta violencia en el aire. Hoy a nadie le importa más nadie. Hoy las vidas no valen. El trabajo no vale. Toda esta tristeza no vale.


En mi ciudad hay sol y los canteros tienen flores. En mi ciudad los niños juegan a la pelota en la plaza mientras los grandes toman mate en algún banco. Se camina mirando las nubes, se silban canciones, se toma helado de frutilla. En mi ciudad se anda en bicicleta y en patineta. Se camina a trabajar, entra el calor por las ventanas y se escuchan pajaritos cantar.

Ésa es mi ciudad. Pero al parecer, ésta de hoy, que no logro reconocer, también lo es. Este manojo de locura y desesperación salpicando sangre y plomo por las veredas, inundando todo de dolor.

Ay, mi Tucumán querido, cómo me dolés.

Me duele sentir este miedo. Me arde cada lágrima que lloro, y que veo llorar. Me duele lo que ese niño está viendo. Me duelen tantas rejas. Me duelen tantas armas. Me duele tanta desesperación. Tengo miedo. Tengo mucho miedo.

No me queda otra. Yo también me tengo que esconder. Cerrar las ventanas y hacer de cuenta que no escucho lo que hay afuera. Buscar algo para hacer y rogar que a mi puerta no la elijan. Esperar. Tratar de dormir. Tomar otro vaso de agua. Esperar. Tratar de leer algo. Cambiar de posición. Esperar. Y así, una noche entera. Y así el día siguiente. Y así otra noche más.

10/12/13 - Tucumán, Argentina. 

25 de noviembre de 2013

Certeza

La última vez, yo ya lo supe. En ese último abrazo que tenía que durar y acompañar, yo me di cuenta de todo esto que ya nos unía. Supe del amor, de todo lo grande, y de la fuerza de un abrazo. En esa última mirada, antes de darme la vuelta, encontré todo el brillo de sus ojos y sus años condensados. Me guardé  su voz, me guardé su olor, y me robé una sonrisa. Una de esas que contagian, que endulzan el café y suenan fuerte en los oídos. En ese momento supe que su mano ya era mía y el centro de mi pecho tenía su nombre. Supe que todo era incontrolable, como las mareas y las lunas. Y era tanto que ya no entraba en este par de manos. Ni en ese.

Y así me fui, con sus ojos en mi retina, con su voz en mi sien y su olor pegado al cuello. Me fui envuelta en brillos y promesas de extrañarnos. Me fui con el pecho claro y los latidos apurados. No me acuerdo bien a dónde me fui, pero sé que en esa despedida, nuestras manos ya estaban completamente entrelazadas y su pecho tenía mi forma.

11 de noviembre de 2013

El fruto del árbol

El sol empieza a asomarse y la ciudad se ilumina. Sube la temperatura, y yo me acerco a su cuerpo. La abrazo con fuerza, la traigo hacia mí. Se eleva el viento que hace temblar las ramas. Nos tiemblan los brazos. Creció el árbol más alto, se mece con fuerza. Se mece su pelo, se despeina, la despeino. Las raíces están agarradas a la tierra con todas sus uñas. Aprietan con fuerza. Se enredan, se entierran, se envuelven, se confunden, se mezclan, se hunden. Crece la fruta, del rojo más brillante. Crece, crece, crece. Aprieta los dientes y salta al vacío. Suelta la rama y cae. Rueda por el aire. Rodamos por la cama. Vuela entre las hojas. Volamos entre sábanas. Gira. El viento. Gira. La humedad. Gira. Un grito. Gira. El calor. Cae con una explosión. Estalla contra el suelo y nos salpica con su pulpa. Nos envuelve con su olor, nos impregna su dulzor. Ya todos coloreados, el viento vuelve despacito a su lugar.

Las ramas se aquietan, los músculos se duermen, las raíces se aflojan.

Las flores se cierran ante la noche.

14 de octubre de 2013

Enamórese

Anímese, amigo. Deje de negárselo, y de buscar excusas para el miedo. Sacuda esos brazos cruzados, que es más lindo usarlos para abrazar. Afloje los puños, busque aquellos ojos y persiga su olor. No le lleve el apunte a lo que le digan y enamórese.

Enamórese que vale la pena, yo se lo aseguro. Ni el miedo, ni el destino tienen un papel aquí. Es usted y su corazón. Anímese al fuego, amigo. Puede quemar, pero no hay mayor placer que una noche de verano bajo las estrellas y el amor.

Enamórese de esa muchacha, de su pelo, de sus rodillas, y del lunar bajo sus labios. Deje todo y vaya detrás de su perfume y el hueco de su clavícula. Elija las palabras exactas, póngase nervioso, que le transpiren las manos, que se le aflojen las piernas.

Enamórese, que la noche y una cintura tienen mucho que enseñar. Escuche con tanta atención, hasta sentir la anécdota en la piel. Mire detenidamente, hasta que se le prendan fuego las pupilas. No se pierda ni un detalle, amigo. Memorice cada curva, cada hueco, y cada gesto. Aduéñese de sus hombros y de sus sonrisas. De todas las que pueda.

Enamórese, que no hay nada que perder. El corazón está hecho para enamorarse y romperse más de una vez. Que a veces cuesta (y a veces mucho), no se lo voy a negar. Que se sufre, se llora, y se patea paredes, sí, también sucede. Pero el amor bien lo vale. El corazón se cura, sana, revive, y pide amar de nuevo. Amigo, no se niegue el más sabroso gusto.

Enamórese, que el tiempo es poco y las horas no son suficientes para todos los abrazos. Pida una noche más, entregue todos los besos y no se guarde ni una palabra de amor. Amigo, enamórese. De su piel, de su  voz, de su ombligo. De cómo pronuncia la palabra ‘algodón’, y de cómo atiende el teléfono. Enamórese de la cicatriz en su frente, y del color de sus ojos cuando le da el sol. Grite por las calles el amor. Dibuje el amor. Escriba el amor. Pinte, sueñe, esculpa, sienta, llore, impulse el amor. Haga el amor. En todos lados. A cualquier hora.

Amigo, enamórese hasta los huesos. Deje todo entrar, revolverle el alma y pintarlo de color. Enamórese hasta el fondo, hasta el llanto y sin escudos. Afloje los brazos, tire las murallas y déjese atravesar el pecho. Déjese inundar, déjese llevar. Enamórese completo, enamórese de todo, del todo, de ella, y de usted. Amigo, sienta el temblor de las piernas, la fuerza que lo impulsa, la luz que emana una habitación en plena oscuridad. Despliegue las alas, sacúdase el polvo, y anímese a volar con los ojos cerrados. Sobre su cama, sobre la ciudad, y sobre el mar.

Enamórese que para eso estamos. Cántele con su terrible voz, cuéntele de los besos al oído. Desnúdese, porque en el amor no hay ropa que valga. Despiértese a media noche diciendo su nombre. Piense en ella, hasta dibujar su rostro en la pared de la habitación. Piense en ella, hasta escribir su nombre en la lista del súper. Hasta sentirla completa. Hasta sentirse el hombre más feliz de la tierra. Hasta vivir la perfección. Porque sí, existe.

Enamórese amigo, que así vale la pena vivir. Se le van a uno los fantasmas y los grises se llenan de colores. Enamórese, que no se pierde nada. Todo se gana. Enamórese, que vale la pena, se lo aseguro.

16 de septiembre de 2013

Hola primavera

Dicen que ya viene, dicen que anda cerca. Ya fueron varias las voces, de varios colores y entonaciones que la han mencionado. Entre susurros los tímidos, a los gritos los más osados, y haciendo fuerza con toda el alma los amantes. La hemos llamado tanto, que dicen que ya se avecina y cualquier día de éstos toca a nuestra puerta.

Ella, que ya no entiende de fechas. Que los hombres la han mareado y las despechadas la han maldecido. Ella, que es en realidad la que más hemos deseado. Ella, que esta vez llega para florecer todo lo que el frío insiste en destruir.

Ya llega, ya viene cantando una canción y silbándonos al oído. Se acerca con tantas sonrisas por regalar, y un manojo de flores amarillas tapándole la cara. Viene con todos los colores y con los calores. Por fin viene. Y es que viene con el sol. Como vos. Como yo. Viene otra vez, vuelve ya por fin, y con todas las ganas. Viene a florecer, a pintar los lapachos y abrir los azahares. Viene a traernos la luz y a desnudarnos el pecho. A acariciarnos las mejillas y a chapotearnos las manos. Viene la risa, viene el abrazo, vienen a cumplirse las promesas. A amarse los amantes, y a impulsarse los corazones. Viene con tu risa y viene con tu voz.

Qué bueno que esta vez, otra vez, la primavera viene con vos.

6 de agosto de 2013

5 razones

5 Razones para soportar lo que queda de invierno (y no morir en el intento).
1) Están por florecer los lapachos
2) La variedad de tés, y la cucharada de azúcar en cada uno
3) Leer bajo el sol, en una plaza, en una hamaca, o con el rayo pegando directo en la nuca
4) Pronto voy a poder usar mi remera favorita sin una campera encima
5) Comer chocolates una tarde entera, seguramente es más rico que el café del velatorio

Si por estos días alguien me ve muy tapada por colchas, o mirando al piso largo rato, por favor, que me tire por debajo de la puerta aunque sea uno de estos cinco puntos. Gracias.

22 de junio de 2013

Hasta desintegrar

Voy a desnudarme, una por una voy a arrancarme las telas y los cueros, los muros y los velos. Vas a ver mis costillas, van a dolerte mis caderas. Voy a desnudarme, voy a mostrar lo que tanto miedo me dio. Vas a ver llagas, vas a ver cicatrices, algunas que todavía son carne viva. Vas a verme despeinada, los ojos al descubierto, las rodillas pegadas, tiritando de frío, las manos abiertas, la mirada fija. Voy a dejarme ver. Voy a ser. Vas a hacer conmigo lo que quieras, vas a rozarme, vas a tocarme, vas a recorrerme con la yema de tus dedos. Vas a abrazarme, llevarme hacia tu pecho, tratar de meterme en él. Vas a contarme algún secreto al oído, abrazarme, desgarrarme. Vas a besarme, desearme, sentirme. La piel se te va a erizar, vas a clavarme las uñas, morderme, saborearme. Voy a gustarte, voy a prenderme de tu cuello, voy a pedirte que no me sueltes nunca. Vamos a desintegrarnos al roce. Vamos a estrujarnos hasta quitarnos lo poco que queda sano. Si es que algo nos queda. Vamos a vaciarnos. Vamos a llorar.
Sobre todo, vamos a llorar.

12 de junio de 2013

Un sueño inquieto

Camino por una calle que ya casi aprendí de memoria. Nos abrimos paso entre la multitud. La gente habla muy fuerte, camina muy apurada. ¿A dónde llegan tarde? ¿Qué tan grave puede ser? Sale humo por las rejillas en el suelo. No quiero pisarlas. Van a caerse y voy a caerme. No quiero caerme. La gente corre, la gente grita. Nos empujan, bajamos escaleras, se nos amontonan. Los ruidos son muy fuertes. Rechinan. Vibran los vidrios. Van a romperse. La tierra tiembla bajo nuestros pies. Una vía, un grito, un tren. Velocidad. Amarillo, gris y negro, amarillo, gris y negro. Me mareo. Me tambaleo. Suena una alarma, la gente corre, se empuja. Me empujan. Me aturden. Cierro los ojos y me siento sola. Todo se mueve a mi alrededor, nadie me ve, todo se acelera. Yo no sé dar ni un paso en este caos. Cierro los ojos y busco su mano. Nada. Trato de reconocer su voz en tanto ruido. Nada. Sólo desconocidos, gritos y ceños fruncidos. ¿Dónde está? Que vuelva. 

29 de mayo de 2013

Estrella fugaz

Hoy vi una estrella fugaz.

Era grande como un corazón cuando está enamorado, y del color verde de los árboles en verano. Tenía luz propia y la vi tan de cerca que me encandiló. Desde allá arriba, muy alto, me venía mirando. A mí me parece que era un poco miedosa, como yo, porque recién cuando tomó coraje me chistó, respiró profundo, y se lanzó.

Todo fue muy rápido, por algo se las llama fugaces… pero yo guardo en mi retina cada detalle de ese vuelo, segundo a segundo. La muy entusiasmada se lanzó desde lo alto y una vez suspendida, se olvidó del miedo, y voló. Planeó como un avioncito de papel, atravesó miles y miles de kilómetros a toda velocidad, y mientras volaba, su luz se hacía cada vez más fuerte, y ella más grande.

La estrella caía decidida, con clase y envión. Creo que en algún momento hasta rozó mi ropa, me pasó tan cerca que su viento me despeinó. Caía sobre mí, y se metía en mi casa por alguna ventana que olvidé cerrar. Yo la agarré con mis manos frágiles, temblorosas, con miedo a la quemazón. La agarré, la envolví, le hice una cuevita entre mis manos, y después me la guardé en el pecho, que es el cajón de los más hermosos recuerdos, y el rincón donde escondo y cuido lo más preciado.

17 de mayo de 2013

Un par de alas blancas

Hay noches que son azules, de mares y del alma. Son noches que se nos hacen madrugadas y antes de serlo se cuentan en interminables letras. Saltan en el tiempo, como yo salto de tu boca a tu hombro. Se sonríen, se aprietan y a veces también se lloran. Son lágrimas porque sí, porque el pasado, porque él y porque París. Entonces el abrazo es infinito, quiebra las costillas y devuelve el aire a los pulmones.

En esas noches de puro brillo el tiempo se detiene en un reloj que nos olvidamos lejos. Aquí no hay horas, ni lunes, ni huecos; solo un inmenso vuelo. Y hay una luz que te ilumina. No sé de dónde viene, pero te dibuja, como mis dedos. Es una luz muy suave y azul que te contornea y me muestra en silencio algo que nace de tu espalda. Son dos alitas blancas, suaves, brillantes. Se abren despacito y me saludan. Sonreís porque sí, porque el mar, porque yo y porque azul. Se mueven con toda delicadeza; son elegantes y silenciosas. Seguís sonriendo. Que el beso, el vuelo y no sé qué más. Pero tus alas y todo el escándalo de luces. Se me alborota el pecho y se me inquieta la panza. Tomás carrera, desplegás las alas, y levantás vuelo.

Volás. Altísimo, y de colores. Volás. Lejos, y con música de fondo.

Volás.


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Creeme, yo las vi. Son blancas, son grandes y brillan. Te hacen sonreír enorme, y son las que te llevan a donde quieras: a París, al Himalaya, o al mar. Son ellas, de verdad. Las he visto, me han saludado y han crecido ante mis ojos. Si estirás tus brazos un poco, tal vez podés tocar, ahí, al costado de ese hueso en tu espalda, por ahí nacen, y ahí se esconden. ¿Lo sentís? Es ahí, justo en ese punto donde empieza el vuelo, tu sonrisa y todo esto.

14 de mayo de 2013

Globo de noche

Se me escapa todo en un segundo. Se resbala entre mis manos y vuelve a irse lejos, donde yo no sé llegar. Voltea la mirada, sigue caminando. Y yo me desarmo y lloro como ya casi no lo hacía. Se va, se va… y ya no hay brazo que alcance su mano. Como un globo sube, yo le digo que vuelva, pero sigue subiendo, yo quiero alcanzarlo, pero se va. Se lleva consigo todas las nubes y un poco de humo. Esperá, todo ese humo no te sirve de nada; dale, quedate conmigo. Yo quiero que se limpie, regalarle una flor amarilla, un pedacito de arcoiris, pero no me escucha. Está muy concentrado en su destino de globo de noche y se va, se va cada vez más lejos. Volvé. Hay paisajes que de día se ven mucho mejor. Hay abrazos que de a dos, envuelven mucho más. Dale, volvé y volá conmigo. Sin tanto humo y con más colores. Estoy segura que hay algunos que todavía no conocés. Y si querés, puedo invetarme uno nuevo para vos. Volvé aquí, a la luz.

13 de mayo de 2013

Abriendo ojos

Hay tanto verde, libre, virgen, puro…
y nosotros tan empecinados en amontonarnos.

Hay tanto silencio purificador, sabio, envolvente…
y nosotros con tanto miedo de sentirlo.

Hay tanta agua fluyendo y limpiando ahí afuera…
y nosotros quejándonos con cada gota que nos cae.

Hay tanta luz al movernos sólo un poquito...
y nosotros tratando de encerrarnos en cada paso.

20 de abril de 2013

Para volver a escribir

Hoy, sin mucho para entender, sé que volvieron las ganas de escribir. Y lo voy a hacer, porque hace mucho no lo hago, y porque si quiere venir, que venga.

Que venga junto con el cansancio de todo un día de trabajo y de las horas extras. Que venga como el placer de hacer lo que a uno le gusta y recibir las palabras que agradecen; el abrazo que lo confirma.

Que venga de golpe y sin escalas, pesado, con envión, y directo a donde duele, donde llega y hace llorar. Que venga porque ya es hora de contarle hasta donde tengo tatuado su nombre, y todas las regiones que ya me ha conquistado. Será necesario para decir que la piel sangra y también se llena de cicatrices de todos los colores. Que somos dos pajaritos frágiles que en algún vuelo íbamos a encontrarnos. Que las alas son para fortalecerlas y volar cada vez más alto.

Que venga para contarle a Julio que yo también sueño conejos, que conozco una señorita en París, y que esta semana lo he andado extrañando bastante. Que cada tanto me quedo a espiarlo en el viento que queda atrapado entre dos páginas. Para que abracemos juntos a Alejandra, que le va a venir bien. Que me dicte unos versitos para que se conviertan en canción. Que ya me merezco una canción con sol.

Que venga para dictar de esto que es mío y de adentro, como aquella foto que no quiero explicar. Que los escombros me lloran. Que ya es hora. Que quiero una ventana grande por donde entre todo el amanecer, todos los amaneceres y todo el color naranja.

Que vuelva el refugio, porque ya le di mucho tiempo libre y el verano se me terminó.
Que vuelva el montoncito de letras, porque lo extraño, porque es el puente, el mar y el tobogán.
Que vuelva el impulso, porque ya es hora de volver.

Porque tiene que volver.

9 de abril de 2013

Lo que me gusta

Lo que me gusta del cielo es que es tan grande, que puedo mirar su parte más cercana a mí, y otra mucho más lejana, y siempre estar mirando la misma nada, o el mismo todo que hay en él.

Lo que me gusta del mar es que nunca se cansa de ir y de venir, de jugar, de saltar, de mecerse, de abrazar. Que nos hace reír a carcajadas, y que nos hace gritar.

Lo que me gusta del viento es que acaricia, que tiene fuerza, pero es también muy débil a veces. Me trae aromas, me lleva penas, y sabe volar. Que me atraviesa y me despeina.

Lo que me gusta del sol es que sabe hacerme feliz. Se cuela por todos los huecos, las ventanas y las manos. Que da luz, regala su calor, y enseña el color.

Lo que me gusta de vos es que sos tan grande como el cielo, y me llevás al mar de un solo vuelo. Me impulsas con tus vientos y todo el sol se concentra en tu mirada.

3 de abril de 2013

Un inicio

Quiero ver lo que ven tus ojos cuando se cierran.
Espiar tus colores, tus formas y destellos.
Quiero conocer el sabor de tus besos bajo la lluvia.
Saber el color que tienen tus ojos cuando la luna los ilumina.
Quiero conocer la razón que te hace llorar hasta los huesos.
Sentir lo que estás sintiendo cada vez que tus manos se inquietan.
Quiero envolverlas en las mías y que las sientas a salvo.
Que te sientas a salvo.

Quiero saber de tus más profundos miedos y tus temblores.
Ver tu alma de cerca, y tus ojos desnudos.
Quiero saber qué gritás cuando gritás de furia.
Cuál es tu sabor favorito y qué es lo que te desvela.
Quiero conocer el hueco de tu ombligo y tu olor preferido.
Saber cuál es la razón de tu risa y tu más amplia carcajada.
Quiero conocer tu voz al decir un secreto.
Que me hables en secreto.

2 de abril de 2013

Nada fue mentira

Que fue hermoso y luminoso, pero cuerda floja, sí que lo fue. Que fue apurado y perseguido, que nadie hizo planes. Que las calles siempre tendrán pozos, que el mar jamás se quedará quieto y la luna volverá a mostrarse. Que el sol te quemará por más que te tapes los ojos  y tu voz resonará aunque la garganta se te incendie con lo que sea que lleves dentro. Que la espalda se me arquea, que el tiempo pasa y que sobre arenas movedizas bien sabemos que los pies se nos hunden. Que fue esponjoso, acolchonado, y algunas veces no tan suave. Que hubo aire, hubo vidrio y algo que quemaba. Que si un rato es corto o largo, que si el vuelo es poco o mucho. Que fue hermoso y cuerda floja. Todo eso sí que fue. Que fue luminoso y pantanoso, lo admito y te lo firmo. Pero que fue mentira, eso sí que no.

21 de marzo de 2013

Convicción

El ‘antes’ tiene un montón de partes y lo que viene después siempre será incierto, como siempre lo fue. Sin embargo, esta vez, una convicción me atraviesa el pecho y esa convicción sos vos. Vos y lo que aún nos queda por vivir, vos y mis inmensas ganas de tenerte, de amanecerte y sonreírte. Que esta vez me bebas en tu vaso, me lleves en tu abrazo y no dejes que mi mano se escape. No de nuevo.

14 de marzo de 2013

Nos veremos otra vez

Si todo vuelve cuando más lo precisás,
nos veremos otra vez.

Algún día voy a volver a atravesarte el pecho. Va a suceder, todavía no sé cuándo, pero en ese momento la neblina en mis ojos ya se habrá dispersado, y tus brazos se animarán al vuelo. Voy a volver a verte en alguna ciudad que todavía no nos conoce, o tal vez en las mismas calles que ya se saben nuestros pasos de memoria. Seguramente será en algún sueño que ya hemos soñado, y con un guiño que bien conocemos, se acercarán nuestros cuerpos en un impulso que aun no hemos sentido.

No sé cómo, no sé cuándo, pero sé de vos, de tu mano y de tu ombligo. Sé que una estrella nos espera y cuando esté lista, nos ofrecerá su pecho. Amplio, suave, valle. Vas a venir, esta vez vas a sonreír y vas a volar conmigo. Sobre las nubes o bajo el mar, siempre conmigo.

20 de febrero de 2013

La otra geografía

Es aquel lunar de su boca la puerta por la que se inician todos los caminos. Sigue siempre su mirada, que es la clave, el mundo entero, y todos los brillos. Me mira, me dice, me busca, me sabe.

Es su pecho el baúl donde guardamos los amuletos. Para que todo nos dure, y para que nada se nos olvide. Ni el miedo, ni el beso, ni la canción.

Es su ombligo todos los acordes que todavía no aprendí a escuchar, y detrás de su oreja todos los colores que no sé nombrar. Azul amanecido, naranja veraniego, rojo corazón.

Es su voz el túnel de luz. La que nunca es demasiada, la que hace temblar.

Son sus manos toda la belleza, el pájaro sin jaula que sigue el camino de colores, los panaderos que dan vueltas en el aire. El que siempre atrapo para que lo guarde entre sus manos.

Es su sonrisa el trampolín desde el que doy siempre el salto. A su vida y a este amor, que de tan esperado y tan suave, ya es inmenso. Es allí donde todo empieza, donde su sonrisa me inunda el corazón, su mirada me derrite los mares, y su abrazo me cura las noches.

20 de enero de 2013

Para que no me olvide

- Podría dejarle un frasquito de vidrio lleno de luciérnagas para su mesita de luz.
- No, mi querida. ¿Qué hará con tanta luz cuando quiera dormir? ¿Con qué las alimentará? Esos animalitos no pueden vivir mucho tiempo encerradas.
- ¿Si le dejo un pedacito de luna, que tanto le gusta? ¿De una estrella, aunque sea? Nadie se va a dar cuenta si al cielo le falta una estrella por unos días.
- ¡Qué ideas locas tenés, pequeña!
- Ya sé… Puedo grabarle un disco con todas las canciones que le hacen acordar a mí.
- Trillado.
- Me corto un mechón de pelo y se lo mando en un sobre, atado con una cinta de color naranja.
- ¿Para qué querría un mechón de pelo?
- Le regalo un conejo de peluche enorme, que se llame como yo, para que abrace todas las noches.
- Idea de pre-adolescente.
- ¡Le dejo mi ombligo! No lo voy a necesitar. Que lo guarde donde quiera.
- Absurdo.
- Se me acabaron las ideas, ¿a usted qué se le ocurre?
- Querida, deberías tomarlo con más calma. Todas esas ideas no servirán de nada.
- ¿Y entonces cómo hago para que no se olvide de mí? ¿Cómo me quedo presente, al lado de su cama y en su panza, estos días en que voy a estar lejos para abrazarla?
- Acariciándole el corazón.
- ¿Y eso, cómo se hace?
- Con palabras, con la yema de los dedos. Acercate, mirá hasta lo más hondo de su pupila y decile lo que sentís. Entrá por sus ojos, alojate en su pecho, acariciale el corazón. Encendé las luciérnagas que ya lleva dentro, dale un soplidito al alma y escondete en alguno de sus rincones. Prendé un fuego tibio y pintá con brillantina de colores las paredes. Dejale una sonrisa en la mesita de luz cada mañana, el canto de algún pájaro en su ventana, y la fiel promesa de volver.
- ¡Sí, claro que voy a volver!
- Hacéselo saber. Dale el beso del ‘vuelvo muy pronto’ y el abrazo que dice ‘me quedo con vos’. Acariciale el corazón y acunalo. Cuidalo.
- Eso hago, claro, lo estoy cuidando entre mis dos manitos.
- Con eso va a alcanzar. Acariciale la vida, y vas a ver cómo te quedás entre sus cosas, cómo no te olvida, y piensa muy seguido en vos. Vas a ver que así, el puente seguirá intacto, sin importar los kilómetros que tenga que atravesar.
- Ojalá usted tenga razón.
- Confiá. Confiá en el amor, en las caricias y en las manos que saben cuidar corazones. Las suaves y pausadas son las que mejor lo hacen.
- Sus manos son las más suaves que existen. Y está entre ellas toda la paz del mundo acumulada entre sus dedos.
- Con eso alcanza.
- ¿Usted está seguro que va a funcionar?
- Completamente. Confiá en mí, pequeña. Pero sobre todo, confiá en el amor que se tienen.

Así fue que me entregué a los consejos de aquel hombre que me triplicaba en edad y cuyas manos me recordaban a las de mi abuelo. En realidad, a las manos que soñé y que seguramente habrá tenido mi abuelo. Eran iguales: amplias, blancas, y con las venas como talladas en altorrelieve. Yo le di mis manos a aquel hombre, me miró a los ojos (atravesándome el alma) y le conté mi secreto. Con voz pausada y una mirada celeste me convenció. Todo sería, seguramente, más simple esta vez. Confiar era la clave. Por más que cueste, cerrar los ojos, relajar los puños y los labios, y confiar.

9 de enero de 2013

Para cuidarme de la noche

Hoy mi ciudad se me mostró tan extraña, que quise llorar.

Salí a la calle y no entendí las luces, las velocidades, ni las miradas. Se me confundieron los sentidos y doblé en la esquina equivocada. La noche y la lluvia son los terrenos que aun me falta aprender a transitar, son los espacios en los que no sé moverme y si no me ando con cuidado, siempre me da por llorar.

La noche me amenaza y me revuelve; me llena de miedos si no estoy en alguna guarida. La lluvia cae siempre pesada sobre mi cabeza y duele, taladra, me hunde y me encierra. Las dos juntas me desorientan por completo.

Pensé en ella, en sus ojos ya lejanos, en mi apuro por partir, y en su respiración entrecortada preguntándome si la iba a extrañar. Quise volver. Dar la vuelta y correr a sus brazos, olvidarme del mundo, de la noche, de la lluvia, y del reloj. Abrazarla. Como la primera vez. Abrazarla desde las pantorrillas hasta las pestañas. Decirle cuánto la quiero. Abrazarla hasta meterla dentro de mi pecho. Contarle que quiero el mundo de su mano. Abrazarla, porque en su abrazo me guardo, me suelto, y me calmo. Porque su abrazo me cuida de la noche y de la lluvia, porque me impulsa a caminar, porque en sus brazos siempre es de día y hay sol. Ahí las cosas van a mi ritmo y las luces nunca me marean.