11 de noviembre de 2013

El fruto del árbol

El sol empieza a asomarse y la ciudad se ilumina. Sube la temperatura, y yo me acerco a su cuerpo. La abrazo con fuerza, la traigo hacia mí. Se eleva el viento que hace temblar las ramas. Nos tiemblan los brazos. Creció el árbol más alto, se mece con fuerza. Se mece su pelo, se despeina, la despeino. Las raíces están agarradas a la tierra con todas sus uñas. Aprietan con fuerza. Se enredan, se entierran, se envuelven, se confunden, se mezclan, se hunden. Crece la fruta, del rojo más brillante. Crece, crece, crece. Aprieta los dientes y salta al vacío. Suelta la rama y cae. Rueda por el aire. Rodamos por la cama. Vuela entre las hojas. Volamos entre sábanas. Gira. El viento. Gira. La humedad. Gira. Un grito. Gira. El calor. Cae con una explosión. Estalla contra el suelo y nos salpica con su pulpa. Nos envuelve con su olor, nos impregna su dulzor. Ya todos coloreados, el viento vuelve despacito a su lugar.

Las ramas se aquietan, los músculos se duermen, las raíces se aflojan.

Las flores se cierran ante la noche.

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