10 de febrero de 2014

Un olor de lunes por la mañana

Mi día empezaba aburrido. Mi semana empezaba con una mañana de lunes monótono, como tantos otros. Empezaba sobre un colectivo lleno de gente, cuando las temperaturas empiezan a subir y empezamos a abrir las ventanas de a una, de a poquito. Caras desconocidas, inexpresivas, como buen lunes por la mañana. El asiento al lado del mío se desocupó y se ubicó esa señorita que te traería de vuelta. Apenas se ubicó te sentí, era tu olor, eras vos en otro cuerpo, a mi lado otra vez. Cerré mis ojos, y te imaginé abriendo los tuyos, despertando después de pocas horas de sueño, pero con el sol ya alto. Tal vez eras vos a mi lado y yo, distraída no te reconocí. Abrí los ojos con una mezcla de miedo y esperanza. No eras vos, era una chica con cartera marrón y camisa blanca. Exhalé el aire que me quedaba y me concentré en el lapacho de flores amarillas. Primavera otra vez, por fin. Ya volvían los calores, la gente vestida liviana, el helado de limón. Y de repente otra ráfaga de tu olor fue lo que volvió. El verano tucumano de 40 grados afuera, pero nuestros cuerpos tan cerca. Era el olor a la plaza florecida, al tiempo escapándose por un hueco, a un volantín agitándose emocionado. Olor a tierra mojada, a lluvia de verano, a luciérnagas en el pecho.

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