Tengo algunos dolores ya casi perdidos en calendarios
viejos, escondidos en el fondo de un cajón y aplastados bajo el colchón. Tengo
recuerdos, luciérnagas y caracoles bien guardados en frasquitos etiquetados.
Tengo historias, risas y algunas lágrimas latiendo entre las páginas de mis
libros. Tengo amigos, tengo un gato y tengo una bicicleta. Tengo sorpresas
esperando, tengo muchos besos por dar y algunas lágrimas por llorar. Tengo hojas
llenas de garabatos y unas manos que quieren acariciar.
Y tengo un amor enredado en mi pelo, atado, enlazado, que me baja envolviéndome todo el cuerpo. Tengo un amor que nunca me deja sola, que camina a mi lado y me presta su bolsillo cuando mi mano tiene frío. Es un amor que me rodea el cuello, me da varias vueltas, me enreda en abrazos y me desenreda los nudos del alma. Viene conmigo, tiene reservado un asiento en mi bici y otro en mi mochila, para que elija desde dónde le gusta más el paisaje. Tiene luz propia, aire y unos pulmones muy valientes.
Y tengo un amor enredado en mi pelo, atado, enlazado, que me baja envolviéndome todo el cuerpo. Tengo un amor que nunca me deja sola, que camina a mi lado y me presta su bolsillo cuando mi mano tiene frío. Es un amor que me rodea el cuello, me da varias vueltas, me enreda en abrazos y me desenreda los nudos del alma. Viene conmigo, tiene reservado un asiento en mi bici y otro en mi mochila, para que elija desde dónde le gusta más el paisaje. Tiene luz propia, aire y unos pulmones muy valientes.
Tengo un amor plantado en mi pupila y cómodamente sentado en
la comisura de mis labios. Lo riego, le hablo, lo miro. Lo miro aunque ya me lo
sepa de memoria. Lo miro de punta a punta y le digo cuánta falta me hace. Y
lloro con el pecho desnudo, con el corazón en la mano, y le digo gracias por el
amor.