Desde muy chiquita sueño con tener uno. Uno muy grande y
luminoso que pueda encender toda mi habitación. Siempre quise uno que pueda
guardarse en un armario, o en el cajón de las medias. Quiero uno que mantenga el
calor todo el invierno, que me preste pedacitos de su piel para que yo abrace
mientras duermo. Que mi cuarto nunca quede en completa oscuridad y siempre
pueda distinguir las orejas de los peluches que me miran en fila. Quiero uno que
me cuide, que me abrigue, y me ilumine. Que no se acabe nunca, que no se vaya
nunca.
Que eso no es posible, que existe solo uno, que no entra en
un cajón, que te quemarías, que te encandilarías, que no, que nunca, que ni lo
pienses. Ya sé todas sus razones de gente grande, ya las escuché un montón de
veces, pero por favor, quiero uno. Yo estoy segura que alguna forma tiene que
haber.
Puedo construir la escalera más alta del universo, buscar
una cuerda larga y resistente que llegue hasta él, lo envuelva y lo traiga
hasta mí. Fabriquemos un imán, lo atraigamos con el olor del perfume de mamá,
le pongamos un nombre y lo llamemos chasqueando los dedos. Puedo pedirle a la
abuela que cocine algo y seguro que a él le va a gustar el olor de la cocina tanto
como a mí. Puedo ponerle un vasito de agua y un platito con pasto. ¿Comerá
pasto? Por las dudas, al lado le pongo otro con galletas de chocolate, y una
manzana roja. Alguna forma tiene que haber para que venga, para que alguien me
regale uno, para que yo pueda mirarlo de cerca.
Estoy cansada de esperar el mío, el que sea solo para mí, el
que yo pueda abrazar cada vez que quiera. Mamá, papá, abuelo, Papá Noel, o quién
sea, quiero un sol. Regálenme un sol. No creo que sea un pedido tan loco ni tan
difícil. Yo sé que alguno de ustedes puede ayudarme a conseguir uno.
Quiero un sol que me abrace, que se asome por una puerta y
me pregunte cómo me siento hoy. Quiero uno que me deje llorar en silencio,
luego seque mis lágrimas, y después podamos reír juntos. Que ría a carcajadas,
que lo ilumine todo, que nunca se me acabe. Quiero un sol en mi cajón, uno que
me cante bajito cuando me sienta sola y me sople alguna respuesta cuando lleve
días preguntándome algo. Que me espere siempre con su calor, con su olor a
verano, con toda su energía. Quiero un sol que me deje robarle cada día un
pedacito para llevarlo a todos lados en algún bolsillo, o en una mochila. Que
me acompañe, que me siga, que me mire y me mime. Un sol sin reloj, sin días ni
noches, sin nubes, ni lluvias. Sólo un sol. Un gran sol, enorme, amarillo y
naranja. Calentito, suavecito y sonriente. Es lo único que quiero. Que alguien
me regale un sol.