Llega a mi casa cantando mi nombre al ritmo de alguna
canción que muy bien conocemos. Llega con calor y llega con sonrisas. Se saca
las zapatillas, me roba un par de ojotas y acaricia al gato hasta hacerlo
ronronear. Prende un sahumerio, y me llena la casa de flores. Abre las
ventanas, deja entrar el sol, abre la heladera y deja correr el agua. Sabe
dónde están los vasos y dónde escondo los chocolates. Los abre, los parte, me
convida, come conmigo y promete reponerlos, pero yo siempre vuelvo a comprar
para estar lista para su próxima visita. Saca mi guitarra y me impregna las
paredes con sus melodías. Me deja llorar en su hombro y después siempre sabe
hacerme reír. Ya es parte de mi casa, y se la conoce casi tan de memoria como
yo. Esta casa que es chiquita, fácil de recordar y rápida de recorrer, pero tan
llena de amor y colores, que se nos rebalsan las flores por las ventanas y nos crecen
los brillos como enredaderas que caen desde el balcón.
Que mejor que la compenetraciòn entre dos almas rebosantes de buenas cosas, de compañerismos y de generosidad en sus cotidianos momentos...
ResponderEliminarEntrañable resulta imaginarse queriendo poder compartir lgo asì con nuestro propio alguien!
Bss y disfruta de tanta bondad vuelta humildad...