Afuera está la ciudad. Mi ciudad. Pero hoy no la reconozco. Es
tierra de nadie, o mejor dicho, del que tenga el arma más grande, del que
genere más miedo, del que corra más rápido, o del que haga más disparos certeros.
Ésta no es mi ciudad. Éste es un pueblo fantasma, todo
pintado de gris. Hoy nadie camina por las calles. Hoy el silencio atraviesa
todas las veredas y sólo lo quiebra el sonido del terror: sirenas, gritos, bocinas,
tiros.
Hoy mi ciudad está derramando sangre en muchas esquinas y
llorando de dolor en un montón de hogares. Hay niños que no entienden, que no
deberían estar viendo, ni con palos en sus manos, ni corriendo por sus vidas.
Hay gente perdiéndolo todo, en sólo minutos. Hay mujeres llorando cada segundo
que pasa y preguntándose por el marido que todavía no llega a casa.
Hoy mi ciudad escupe fuego, sangre y gritos. Hoy nos rodea
la bronca, la injusticia, la indignación, el dolor. Hoy algunos corremos para
que no nos alcancen, nos escondemos tras una pared para evitar el balazo,
cerramos todo y nos asomamos al balcón con miedo. Hoy otros defienden lo propio
con uñas y dientes. Hay tanta violencia en el aire. Hoy a nadie le importa más
nadie. Hoy las vidas no valen. El trabajo no vale. Toda esta tristeza no vale.
En mi ciudad hay sol y los canteros tienen flores. En mi
ciudad los niños juegan a la pelota en la plaza mientras los grandes toman mate
en algún banco. Se camina mirando las nubes, se silban canciones, se toma
helado de frutilla. En mi ciudad se anda en bicicleta y en patineta. Se camina
a trabajar, entra el calor por las ventanas y se escuchan pajaritos cantar.
Ésa es mi ciudad. Pero al parecer, ésta de hoy, que no logro
reconocer, también lo es. Este manojo de locura y desesperación salpicando
sangre y plomo por las veredas, inundando todo de dolor.
Ay, mi Tucumán querido, cómo me dolés.
Me duele sentir este miedo. Me arde cada lágrima que lloro,
y que veo llorar. Me duele lo que ese niño está viendo. Me duelen tantas rejas.
Me duelen tantas armas. Me duele tanta desesperación. Tengo miedo. Tengo mucho
miedo.
No me queda otra. Yo también me tengo que esconder. Cerrar
las ventanas y hacer de cuenta que no escucho lo que hay afuera. Buscar algo
para hacer y rogar que a mi puerta no la elijan. Esperar. Tratar de dormir.
Tomar otro vaso de agua. Esperar. Tratar de leer algo. Cambiar de posición.
Esperar. Y así, una noche entera. Y así el día siguiente. Y así otra noche más.
10/12/13 - Tucumán, Argentina.